Coincidir

Él tiene en su andar la gracia de su mirada y camina a la par del arrullo del río... Cuenta la historia que hace mucho tiempo vivía en aquel lugar, un hombre que no tenía nombre, y si lo tenía, no era importante para él darlo a conocer. Guardaba en su corazón el obsequio más preciado que todo ser humano podía anhelar. Él tenía la Verdad, quiero decir, no era suya, no le pertenecía, estaba ahí, y él había podido comprenderla, realizarla, día a día vivía con ella y cada día era un día nuevo, lozano, fresco, único. Ella tiene en su mirada la gracia de su andar y navega en el río a la par de un camino... Cuenta la historia que hace mucho tiempo vivía en aquel lugar, una mujer que no tenía nombre, y si lo tenía, no era importante para ella darlo a conocer. Al igual que aquel hombre, ella también había comprendido la Verdad, y vivía en ella. Él no la conocía, y ella tampoco lo conocía. No se buscaban, pero se encontraron un día, en cercanías de un níspero cuyos frutos rebosaban de color. Se miraron lentamente, descubriéndose, explorándose... en silencio. Los ojos de ambos eran profundos, grises los de él, cobre los de ella. Y no necesitaron nada más, viajaron en ese instante al más allá. Solos podían vivir, pero juntos, juntos eran dos potencias infinitas, capaces de crear lo impensable, lo inimaginable.

Comentarios

Entradas populares