Niña

Era una pequeña criatura, en brazos de su padre. Dormida, la había encontrado acurrucada al lado de aquel árbol. Siempre solía aventurarse por el bosque, y no decía nada a nadie. Ella salía de casa y sin más compañía que la de una mariposa azulada y un picaflor diminuto, se adentraba en territorios habitados por variadas especies. Conversaba con ellas, la niña conocía el lenguaje de los árboles, de las flores, del río que serpenteaba por allí, de las ardillas, los conejos, las luciérnagas... Era una niña muy especial, frágil, de unos ojos inmensos, que todo lo observaban, lo escudriñaban, lo interrogaban. Y aquel día salió, como siempre. Caminó vagamente y descubrió que aquel árbol tenía una pena, le preguntó el motivo pero el árbol no quería hablar de ello, entonces decidió acompañarlo, tal vez así, su tristeza se disipe, pensó. Así fue como se acomodó a su lado, y cerrando los ojos conectó su corazón con las raíces del árbol transmitiéndole calor, ternura, pasión, y amor. Y el árbol se expandió, rejuveneció, y la niña, agotada, se durmió.

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